domingo, 9 de junio de 2013

“Siempre cruzo los dedos para cruzarme con él de nuevo”


“Siempre cruzo los dedos para cruzarme con él de nuevo”


Esta no es una de esas historias de amor a primera vista. Realmente, no es una historia de amor. Lo conocí en el instituto. Teníamos amigos comunes y ese año nos tocó en la misma clase. Al principio, nunca hubiera podido imaginar que me enamoraría de él, nos llevábamos bien, reíamos y hacíamos bromas pero nada más (la verdad es que en aquella época, mi interés en los chicos era puramente físico y él no alcanzaba mis expectativas en ese sentido).
Con el paso del tiempo, nos fuimos haciendo más amigos, teníamos muchas cosas en común, me atraía su inteligencia, su seguridad en sí mismo, me percaté de por qué todos acaban siempre a su alrededor. Acabamos siendo muy amigos, teniendo intensas charlas sobre muchos temas y coincidiendo en muchos gustos.
Mi vida familiar nunca ha sido fácil, continuas peleas entre mis padres y situaciones que no deseo a nadie (lo que me ha llevado a tener una personalidad algo caótica y extravagante) eran tan frecuentes que un día no pude más. Soy una chica a la que no le gusta mostrar sus sentimientos pero ese día la tristeza iba a acabar conmigo. Aun así, puse mi mejor sonrisa (como siempre) y finjí que no me ocurría nada. Él fue el único que se percató, me pasó una nota en la que me decía que contara con él y escribía tonterías para hacerme reír. Creo que en ese momento me enamoré de él aunque no me di cuenta hasta mucho más tarde.
Fue en un viaje, casi al final del semestre. Yo llevaba tiempo hablando de él sin parar, pero lo hacía como algo natural, simplemente porque todo lo que hacía me parecía digno de contarse. En ese viaje, no me separaba de él y otro amigo porque nos llevábamos muy bien. Un día, su amigo me preguntó como me caían diversas personas y al llegar a él, contesté sin dudar: “Es perfecto”. Su amigo me preguntó si me gustaba pero yo lo negué. Esa misma noche, compartí la cama del hotel con él (sólo dormimos, estas situaciones en las que toda la clase acaba en el mismo cuarto) con él a mi lado, me di cuenta de que me gustaba.
Él también cambió la actitud conmigo (su amigo seguro le contó mi respuesta). No paraba de mirarme fijamente, me decía cosas que hasta ese momento nunca había dicho (que si era muy bonita, que si era la chica más inteligente que conocía…) La última noche del viaje, acabé dormida en sus brazos (y yo soy una chica que no soporta que la toque gente que no es extremadamente cercana, tampoco he sido nunca capaz de dormirme fuera de una cama) y fue él quien me despertó cuando ya nos íbamos y me dio un beso en la frente.
A la vuelta del viaje, le confesé a una amiga suya que me gustaba y tenía intención de decírselo. Ella me animó pero se lo contó a él antes de que pudiera declararme. Pasaron dos días y él no hizo nada por venir a buscarme, con lo que me enfadé y empecé a esquivarlo. Casualmente, le oí hablar con unos compañeros y le decían cosas como: “está muy buena pero loca de remate” y cosas similares. Ese mismo día, se acercó a mi a preguntarme si yo me liaba con chicos sin salir con ellos (cosa que él ya sabía, siempre he sido bastante abierta a ese tipo de relaciones y yo ya le había contado). Me indigné y me enfadé mucho con él. Sentí como si solo me quisiera por mi físico, como si hubiera desechado nuestra amistad.
Pasó otro año, corté casi toda relación con él, aunque él aún hacía acercamientos de vez en cuando, pero mi situación personal empeoró y tampoco quería preocuparme por el amor, ni apoyarme en su amistad en ese momento, aún me sentía traicionada.
Ahora, ambos estamos en la universidad, hace dos años que no le veo y no soy capaz de estar con otros chicos mucho tiempo, porque siempre acabo recordándolo a él. Me acuerdo de como se indignaba cuando algo le parecía injusto, de lo colorado que se ponía cuando hacía un examen o de sus bromas irónicas. También recuerdo los momentos mágicos que no he puesto aquí, nuestras charlas, su olor, las miradas en las que sabíamos exactamente lo que al otro le pasaba por la cabeza, momentos tensos e incómodos, aquellas frases dirigidas a mi que me hicieron sentirme especial y enamorarme de él.
Yo he cambiado bastante. He aprendido a controlar más mi temperamento y he sabido superar medianamente mi situación familiar. Ahora mi problema más grande es tratar de sacarlo de mi cabeza pero, aun así, siempre cruzo los dedos para cruzarme con él de nuevo, saludarlo, volver a reírme junto a él, ser su amiga de nuevo.
Sólo quiero volver a verlo y estar a su lado.



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